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En este post te voy a mostrar los 3 pasos que sigo para salir de una situación destructiva así como claves para reducir su impacto negativo.

No me gusta esta moda actual de tanta “filosofía motivadora”. “Busca siempre el lado bueno de las cosas” ¿Por qué? ¿Acaso no tengo derecho a quejarme y desahogarme? ¿Acaso TODO tiene un lado bueno? Ni de coña.

Sin embargo, me considero optimista. Sin embargo, no lo veo como una cualidad estrictamente positiva. Para mí es más bien un método de defensa.

Cuando algo me hace daño, busco la manera de que me haga menos daño, o busco alguna forma de equilibrar. Pero por supuesto me desahogo y maldigo en arameo si me hace falta.

Pero elijo no quedarme ahí. Lloro y me enrabio para liberarme, no para hundirme en la miseria.

No creáis que siempre lo consigo a la primera o la segunda… A veces, muchas, necesito hablarlo con mi pareja, llamar a mis amigas para que me sequen las lágrimas, me echen una cuerda para salir del pozo o para que me ayuden a buscar alternativas que no encuentro.

Pero lo que siempre tengo claro es la dinámica, los pasos a seguir. Y para mí son estos que os digo:

1º desahogarme

2º buscar alternativas que atenúen mi dolor

3º pido ayuda si no lo consigo

Este post no va de filosofía de vida, de psicología o de sentar precedentes. Únicamente quería compartir con vosotros mi manera de enfrentarme a mis pequeñas desgracias. Porque para las gordas no tengo palabras, de momento.

A mí me funciona esto, ¿Qué os funciona a vosotros?

Vamos a poner un ejemplo: me he roto el tobillo y tengo que guardar reposo (no me lo he roto, es sólo un ejemplo).

Qué faena, sólo se me ocurren cosas negativas

  1. No tengo autonomía y necesito la ayuda de alguien para casi todo
  2. Voy a dejar de hacer ejercicio ahora que estaba retomando la rutina y seguro que acabo engordando por no moverme
  3. No voy a poder llevar a los niños al colegio ni al parque
  4. No voy a poder hacer la compra y voy a tener que delegar una vez más
  5. Voy a dar más trabajo a mi familia
  6. Me voy a aburrir mucho de estar todo el día sentada…
  7. Y más dramas si sigo buscando…

Muy bien, vale. Y ahora, vamos a buscar a cuáles de estas partes negativas puedo reducirle su impacto negativo (serán sólo algunas, claro):

1.No tengo autonomía y necesito la ayuda de alguien para casi todo.

Puedo aprender nuevas formas de hacer las cosas. Al principio cuestan bastante, ¡y desesperan! Pero esto es muy sano para el cerebro porque potencia la creación de nuevas ramas neuronales, lo que se traduce en mayor capacidad de aprendizaje en general. Habrá cosas que no puedas hacer, pero otras seguro que sí.

2. Voy a dejar de hacer ejercicio ahora que estaba retomando la rutina y seguro que acabo engordando por no moverme.

Puedo hacer ejercicio y estiramientos con algunas partes del cuerpo que no impliquen la lesionada. Si no puedo apoyar el pie, puedo hacer pesas con los brazos, abdominales… El verdadero esfuerzo están en salir de la rutina y buscar alternativas.

3. No voy a poder llevar a los niños al colegio ni al parque.

Pues si no puedo, tendré que pedir ayuda. Puede que sea un fastidio, pero puedo encontrar a alguien que lo haga gustosamente y cree un lazo especial esos días que comparten nuevos ratos.

4. No voy a poder hacer la compra y voy a tener que delegar una vez más.

No puedo desplazarme pero puedo aprovechar para que me traigan a casa cosas pesadas y así me las ahorro cuando me recupere.

5. Voy a dar más trabajo a mi familia.

Pero puedo ahorrárselo por otro lado. Puedo encargarme de doblar la ropa, puedo enseñar a los niños a hacer ciertas tareas como llenar o vaciar el lavavajillas, fregar el lavabo… Puedo esforzarme en aprender a delegar, es decir, no delegar y ya está, sino ver qué tareas puedo seguir delegando después aunque sea de forma intermitente, e ir enseñando a hacer esas tareas delegables.

6. Me voy a aburrir mucho de estar todo el día sentada…

Puedo aprovechar para disfrutar de no hacer nada algunos ratitos (es decir, descansar como llevo tiempo queriendo hacer), puedo leer algo nuevo, o ese libro que se me antojó hace unos meses, o puedo dedicarme a limpiar la morralla del móvil y liberar espacio, hacer lo mismo con el ordenador, poner orden en los armarios de casa, hacer “limpieza” de ropa, ponerme a pintar con los niños, jugar a sus juegos… O hacer terapia de escritura: escribir todo lo que siento en un cuaderno, dejar que salga todo. Puedo coser todos los remiendos de ropa que se me han acumulado, puedo aprender a coser, bordar, tejer… Puedo hacer crucigramas que dicen que es muy bueno para la mente. Puedo buscar para ver online esas películas que siempre he querido ver. Puedo buscar recetas nuevas y exóticas para experimentar en la cocina. Puedo tomarme cafés virtuales con mis familiares y amigos que están lejos. Puedo apuntar en una lista todas las cosas que se me ocurran que puedo hacer, y echar mano de ella cuando me aburra.

Es decir, la primera parte no desaparece, el fastidio lo vas a tener, pero además puedes buscar la parte buena que lo equilibre.

O puedes simplemente quejarte y quejarte y dejarte llevar…

Tú eliges.

¿Quieres compartir con nosotros alguna experiencia que hayas revertido?

¡Anímate a contárnoslo!

Un abrazo,

Virginia

optimismo y motivación
gracias por leerme

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